La apertura del conocimiento a través de Cursos en Abierto

Tras la construcción de un proceso formativo cualquier docente se cuestiona: ¿Qué espero conseguir de mis estudiantes? Responder a esta pregunta reviste un complejo análisis, el cual parece ser difícil de ser contestado con la diversidad existente en la que se trabaja diariamente en el aula.

Ahora, cuando se plantea esto en un Curso Abierto, con carácter masivo, el problema se multiplica, puesto que ahora la pregunta pasa a transformarse en ¿Qué esperan conseguir los/as estudiante de este proceso formativo? Recordar que en este tipo de experiencias formativas el estudiante libremente escoge participar o no de ellas, incluso pudiendo completar un cierto porcentaje de las actividades y no el proceso en su totalidad.  Al respecto, ¿esta libertad es perjudicial para este tipo de cursos?

Por otro lado, el variopinto de participantes que puede ingresar es diverso, imposible incluso de predecir previamente. Acá aparece una variable, que si bien es replicable para cualquier tipo de experiencia formativa, se multiplica exponencialmente. ¿Cómo predecir lo que esperan 100, 1000 o 10.000 personas?

Desde un punto de vista bibliográfico, algunos autores (Cano, Fernández, & Crescenzi, 2015), sintetizan ciertas preocupaciones respecto a este tipo de cursos, entre las cuales se encuentran el nivel de deserción, los mecanismos de acreditación del aprendizaje, el escaso feedback, la estandarización de los recursos de aprendizaje, entre otras ligadas al modo en que se construyen este tipo de cursos.

Más que dar una respuesta a estos cuestionamientos es necesario recordar que en la actualidad existen nuevas realidades laborales científicas, que las propuestas de enseñanza formales/institucionales no pueden responder con la premura que las personas quisiesen (Vásquez-Cano & López, 2015). A partir de esto, los Cursos en Abierto vienen a responder al contexto cambiante, donde las instituciones educativas tienen el potencial de aprovechar los beneficios de las tecnologías al servicio del aprendizaje, expandiendo así, el “saber” y el “quehacer” universitario más allá de sus edificios.

Esta visión si bien omite, por el momento, la discusión que existe en la actualidad, plantea una opción viable de formación, al alcance de la mano y que aprovecha todo el potencial que las tecnologías en términos de expansión del saber. Mientras tanto, es preciso aprovechar el potencial y generar investigación que permita enriquecer la producción intelectual, la cual durante los últimos 2 años ha aumentado de forma importante (Zancanaro & Domingues, 2017), reflejando así la importancia que este tipo de cursos tiene y la preocupación que existe por mejorar el modelo de aprendizaje en línea que ofrece.

Ahora, volviendo a los cuestionamientos iniciales, los Cursos en Abierto dan la oportunidad para que cada persona escoja lo que necesita para su crecimiento personal y/o profesional. Implica responsabilidad y autonomía para el aprendizaje, saber escoger qué es lo que me es útil versus aquello conocido. Este tipo de formación es una invitación a aprovechar las oportunidades que el contexto interconectado actual ofrece para la construcción de Entornos Personales de Aprendizaje, donde cada cual pueda sistematizar información proveniente de diferentes fuentes, siendo los Cursos en Abierto un espacio más.

Es así que cada vez más la pregunta sobre qué esperan conseguir mis estudiantes pasa a fortalecerse y plantear nuevos cuestionamientos para el quehacer docente. Las tecnologías abren una puerta, pero no son el todo, puesto que requieren de la voluntad de las instituciones y profesionales para la entrega de oportunidades formativas no ligadas formalmente a una casa de estudios necesariamente, pero al menos con validez intelectual y respaldo académico.

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